Recuerdo el día de mi graduación universitaria en 2010. Mi familia se llenó de orgullo y alegría cuando el decano me entregó el diploma. Fue uno de los días más felices de mi vida. Pero ese día, algo más estaba a punto de suceder lejos de la sala de graduación. La final de la Copa Mundial de la FIFA estaba a punto de jugarse en Sudáfrica. Tras la ceremonia de graduación, vi a muchos compañeros quitarse rápidamente sus togas de graduación y despedirse de todos los presentes. Yo también lo hice. Poco después, todos ya se habían marchado para seguir celebrando y ver el partido final, en el que ganó España. Durante aquellos días del Mundial, nos bombardearon con anuncios sobre Sudáfrica. Recuerdo que leía todas las revistas sobre Sudáfrica que caían en mis manos y veía todos los documentales de televisión a mi alcance. Desde entonces, me han cautivado la belleza y la historia de ese país. Ciudad del Cabo me cautivó especialmente. Leí tanto que a veces me parecía que ya había estaba allí.
Avanzamos hasta 2022 y muchos países después. Por fin iba a suceder. Estaba feliz. A pesar de llegar sin problemas y habiendo podido facturar mi equipaje en el aeropuerto de Fráncfort, me preocupaba no poder dormir durante ese largo vuelo nocturno debido a la emoción. Por suerte, las suaves turbulencias ocasionales del avión me hicieron sentir como un bebé al que mecen en su cuna. Esto me permitió conciliar el sueño y descansar. Al aterrizar, la salida del avión fue rápida. El aeropuerto de Ciudad del Cabo no estaba demasiado concurrido, así que el control de pasaportes fue rápido. Todo salió bien. Incluso recibí una sonrisa y un “Welcome to Town” en vez de “Cape Town” como es el nombre en inglés, del funcionario de inmigración cuando le dije que era mi primera visita. Recogí mi equipaje y me dirigí a la sala de llegadas. En esa sala, vi a un hombre delgado y calvo que sobresalía entre la multitud; resultó ser el chófer del hotel que me esperaba para llevarme al alojamiento. Hablaba con orgullo de su país y de cómo el número de visitantes estaba aumentando con el tiempo, mostrando signos de recuperación de la pandemia. El amistoso intercambio de palabras fue relativamente breve ya que, 30 minutos después, llegamos a mi alojamiento en Bantry Bay. Tras registrarme en la habitación, reflexioné sobre los días de la Copa Mundial de Sudáfrica en los que empecé a interesarme por visitar este país. Es una locura; lo he conseguido. Mi deseo se ha cumplido – pensé. Todo esto mientras disfrutaba de unas vistas de postal del mar Atlántico desde la sala de estar. En aquel momento me pareció el negocio perfecto. Acababa de cambiar los fríos días de otoño de Europa por la primavera, casi verano, de Sudáfrica.
Más tarde, ese mismo día, recibí una pequeña hoja de papel que se entregaba a todos los huéspedes. En este papel estaban impresas las horas del día en las que no tendríamos servicio eléctrico, incluido Internet. Aunque había leído sobre la medida en mi preparación para ese viaje, pensé que sería incómodo no tener acceso a Internet siempre que quisiera. Esta medida se llama “load shedding” que se traduce como “deslastre de carga”; se instauró en Sudáfrica en 2015. Es una medida para aliviar la presión sobre su fuente de energía primaria, ya que la demanda de electricidad es superior a la oferta. Las causas son muchas; van desde la falta de diversificación de las fuentes de energía hasta la falta de inversión. Aunque ahora están trabajando duro para diversificar sus fuentes de energía, es posible que necesiten esta medida durante algún tiempo. Encontrar información sobre los millones de hogares afectados diariamente por esta situación fue fácil, desde refrigeradores que no funcionaban hasta equipos hospitalarios que potencialmente no estén disponibles las 24 horas del día. En ese momento, admití lo vacía que era mi preocupación por no tener internet.
Reconocí que ser visitante de un país es realmente un privilegio y no un derecho que se tiene sin más. Sentí este privilegio aún más porque, como visitante primerizo, no tuve ningún problema para encontrar algo que hacer cuando se fue la luz durante un breve periodo de tiempo. Esto se hizo más tangible cuando ocurrió porque sólo necesitaba ir al centro de la ciudad.
Durante mis primeros días en Ciudad del Cabo, mi mente comparaba automáticamente cada rincón de la ciudad con lugares que había visitado. Caminando por Adderley Street me sentía en una ciudad como Londres, pero rodeada de montañas y con mejor clima. La resplandeciente arena blanca de Camps Bay, que contrastaba maravillosamente con el color azul del mar, junto con los restaurantes y cafés junto a la playa, una multitud multicultural de bañistas y el ocasional repiqueteo de los pasos de los corredores me hicieron recordar el sur de Francia y Miami Beach. Incluso el olor de un Satay recién asado en un rincón del barrio multicolor de Bo-Kaap podía transportarme fácilmente a un callejón de Kuala Lumpur o Yogyakarta. Era casi como un Déjà vu. Pero un día, me paré en la orilla de la bahía de Bantry y le di la espalda al océano Atlántico. Miré no sólo hacia la colina llena de casas pintadas en distintos tonos de blanco con diseños contemporáneos. Sino, más arriba. Allí vi esa formación rocosa reinante llamada “Table Mountain”, literalmente una montaña en forma de mesa de más de 1.000 m de altura que forma parte de las maravillas naturales del mundo. En ese momento, desapareció cualquier “déjà vu” que pudiera haber tenido. También reconocí que no sólo estaba en un lugar único, sino también que ninguna estructura hecha por el hombre podía superar a la naturaleza en ningún aspecto.
Pudiera escribir sin parar sobre los impresionantes lugares que vi, su acogedora gente, la deliciosa comida, la vida salvaje y las ganas que tengo de volver. Sin embargo, la verdad es que nunca esperé que este viaje soñado desde mis días en la Universidad me dejaría preguntándome cada día cómo reducir mi consumo de energía y mi impacto en este planeta, como nunca antes. Y con ello me refiero a medidas más allá de recibir la factura del hotel por correo electrónico y no en papel, pedir que no se cambien las toallas a diario, ducharme en lugar de usar la bañera para ahorrar agua o desenchufar el cargador de mi teléfono móvil cuando no lo uso. Incluso me he preguntado si es posible una estrategia similar al “load shedding” pero sólo en el sector turístico, incluso en lugares sin escasez de electricidad. Un par de horas a la semana para ahorrar energía/agua. Sí, ya lo sé. Parece una locura. Puede que no sea viable en absoluto. Pero una reciente declaración de la Organización Mundial del Turismo dice que el número de turistas en 2023 volverá a los niveles anteriores a la pandemia en muchas regiones, así que quizá empecemos a pensar en medidas mas originales, porque lo de no volar en avión no va a ocurrir pronto. Mientras tanto, ahora profundizo en mi aprendizaje acerca de cómo minimizar mi impacto en este planeta. ¿Te interesa? Echa un vistazo al enlace con consejos prácticos que tú también puedes aplicar. Y recuerda siempre que, visitar un país nuevo no es un derecho. Es un privilegio, así que sé consciente.
Hasta la próxima.
Un abrazo.
https://www.ngenespanol.com/traveler/4-consejos-para-que-te-conviertas-en-un-viajero-verde/